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viernes, abril 26, 2024

“TECNOCRACIA O DEMOCRACIA”

Vaya por delante que soy un firme defensor del sistema democrático en su sentido puro y así seguiré siendo mientras viva. Ahora bien, en las actuales circunstancias geopolíticas, sociales, sanitarias y económicas en las que estamos inmersos conviene hacer una reflexión de todo punto oportuna, en base a los brutales y precipitados cambios (de ciclo) que venimos padeciendo en la última década con la instauración definitiva de la globalización.

Si echamos la vista atrás, ya en origen, en la Atenas del VI a.c. (ciudad Estado, como luego lo fue Roma) la democracia era un sistema sociopolítico basado de toma de decisiones entre el pueblo, del que no tomaba parte gran parte de la población porque eran esclavos, y lo mismo sucedió en Roma, pues la “ciudadanía” era un privilegio que se concedía a una élite muy reducida.

Fue con las revoluciones modernas, especialmente a partir de la Francesa, cuando se recupera e incluso se mejora el concepto de democracia hasta tomar el cariz actual, siendo un régimen político asociado a Occidente y USA, pues aún quedan muchos países que se rigen por sistemas más próximos al feudalismo medieval -como son los países árabes e islámicos-  que a los actuales sistemas basados en la libertad y el pluralismo.

Dicho esto, el sistema democrático puro, en mi opinión se materializa en muy pocas partes del planeta y en ninguna de forma admirable, porque hay infinidad de ejemplos donde aparentemente se vende por democracia lo que son sistemas dictatoriales, oligárquicos, en los que se eliminan a los rivales (mediante asesinato o cárcel), sin libertad de concurrencia, como por ejemplo pasa en Rusia y/o países países afines, como Venezuela por poner algunos casos, sin referenciar a China, que se autoexcluye pues su sistema político de maoísta, se rige por partido único el Partido Comunista Chino, equiparable a una dictadura de corte marxista.

Pero centrándonos en nuestro entorno, Europa y Norteamérica, la democracia está sufriendo una serie de envites, que están poniendo en tela de juicio su verdadera esencia y su pureza.

Con ocasión de las penúltimas elecciones en USA (2016), en las que resulto ganador Donald Trump en contra de todos los pronósticos y por estrecho margen, pudimos comprobar que ya tras el recuento se cuestionaba su victoria porque, según los partidarios de Hilary C. fueron “distorsionadas” –según se llegó a publicar– por el gobierno ruso, y lo mismo ha vuelto a suceder en las últimas (2.020), donde el ganador Biden tuvo que esperar para proclamarse un tiempo hasta que finalizaron todos los escrutinios (dado también su estrecho margen), especialmente del voto por correo.

Este fenómeno se está produciendo en todos los países (recientemente en Perú, y la desconfianza en los resultados de las urnas pasa a ser la tónica general), lo que desde luego no es bueno para el sistema  ni para la salud democrática.

A ello es preciso añadir la influencia-injerencia que tienen los medios de comunicación (la mayor parte ruinosos, pero participados por las grandes compañías empresariales) y las potentes empresas tecnológicas, que no esconden sus preferencias políticas a las que ponen sus servicios, como sucedió con Facebok, Microsoff, etc. en los USA a favor de Biden y lo mismo en otros países, así como la tergiversación de los sondeos (oficiales o no) intentando marcar o revertir tendencia de voto.

El sistema democrático, evidentemente, especialmente el “acto o hecho de votar” se compone de dos fases, la primera su ejercicio en la urna, aparentemente libre, pero la segunda, la del recuento, más sometida a manipulación y/o fraude, aspecto este que se ha de corregir o depurar.

Pero yendo más atrás, vemos que las opciones electorales sobre las que los ciudadanos debemos optar llegado el día, vienen precedidas a veces de la designación de candidatos por sistemas no del todo democráticos, unas veces a dedo dentro de su formaciones políticas, y otras, donde es el propio candidato  quien controla el aparato del partido y obviamente se “autopostula para tal fin”, y a veces juega con las cartas marcadas, sin unas primarias abiertas (donde además de los afiliados pudieran tener acceso simpatizantes) pues al ser cerradas (eligen la mayor parte de sus afines) pierden su sentido democrático, y por tanto no del todo puras y libres. En España tenemos ejemplos de sobra al respecto en uno y otro sentido.

El juego democrático tiene muchísimas virtudes, pero a veces permite estos fallos, de tal forma que a veces (y a pasado en varias ocasiones) el “tonto del pueblo” sea el Alcalde, y a veces a perpetuidad.

Por tanto, la pregunta es ¿en este escenario, donde los candidatos no han superado una serie de filtros – como pueda suceder por ejemplo en USA, donde la candidatura conlleva muchos meses de rivalidad y campaña entre incluso quien no forma parte del Partido Democrata o Republicanopara ser Presidente de Gobierno lo que permite que accedan personas con una capacidad limitada para tan altísima responsabilidad, mas allá de dirigir un partido,  durante cuatro años?. A mi juicio esto no es suficiente y este sistema es, y debe ser mejorable.

Si a esto le añadimos que, centrándonos en el caso de nuestro país, el sistema electoral está regido por una Ley a todas luces, inadecuada para resolver a las especiales circunstancias que tenemos por la impenitente cuestión de la territorialidad (Pais Vasco y Cataluña), nos encontramos que un candidato a Presidente de Gobierno, que no tenga escrúpulos de ningún tipo para acceder al cargo con estos compañeros de viaje que, como se ha visto, no acatan, sustancialmente hablando las reglas constitucionales, salvo por imperativo legal y en lo que les favorece, maniatando una gobernanza sólida de la nación sosteniendo a un candidato dócil que cederá a sus pretensiones secesionistas.

Por tanto, y en lo que nos toca de cerca, es urgente un cambio electoral significativo para que unas minorías no influyan en las decisiones que requiere la mayoría de un país, aunque sea utilizando las reglas del  singular “sistema democrático” que nos ocupa, a fin de que ostente la Presidencia quien con un “verdadero sentido de Estado” (que no alimente su ego) obtenga el mayor apoyo de la ciudadanía, sometido a un férreo control de las restantes instituciones, el Parlamento y el Poder Judicial.

Si esto no es posible, como tampoco es posible evitar las influencias e injerencias de las grandes potencias económicas, digitales, o la de los grandes fondos de inversión, con un potencial infinitamente mayor que el de muchos estados que controlan los hilos del poder político, al que tienen muchas veces sometido o subyugado, y además en unos tiempos donde a la ciudadanía nos han adormecido.

Me pregunto si ¿“no seria conveniente optar, como se ha hecho en Italia, por un gobierno de tecnócratas, donde los mejores, o al menos los más experimentados y e incluso con la vida resuelta y con aspiraciones ya colmadas, lleven la gestión de una nación bajo una serie de principios comúnmente admitidos que redunden en el bien de la colectividad en las distintas áreas: sanitaria, económica, jurídica, social, sin la necesidad de alimentar sus propios egos como sucede con los advenedizos?…

Ahí dejo la pregunta…

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