Ayer, Sánchez no reía. De hecho llegó tarde al hemiciclo para no escuchar ninguna de las intervenciones de las distintas fuerzas políticas (tanto a favor como en contra), hasta el punto que designó como portavoz para defender este engendro de “Ley de Amnistía” a un desconocido, lo que presagiaba un día negro en su discurrir político.
La sociedad civil española, desde que se conoció el brutal giro político tanto de él como de sus palmeros, Yolanda Diaz, las Vicepresidentas Montero y Calviño, el ministro Marlaska, Illa, Iceta, y un largo etcétera de personajillos, que pasaron de negar la amnistía y el referéndum antes de las elecciones (por ser manifiestamente inconstitucional), a cambiar de opinión de la noche a la mañana y tender la alfombra roja al separatismo, especialmente Puigdemont, como digo la gente de bien era consciente que este desaguisado, tarde o temprano, estaba llamado a fracasar.
Desde estas páginas he venido sosteniendo desde el principio, que ante el “fraude electoral”, digo fraude por ocultar las intenciones a su electorado negando la mayor (ni amnistía ni referéndum), y el ulterior e inconcebible giro para apegarse al poder, dado que las reglas del parlamentarismo no podían evitarlo, solo podía ser frenado por el Poder Judicial, que Sánchez pretendía bien controlar, o desacreditar a través del Lawfare.
Y efectivamente, aunque estaba (y está) confiado en el control del Tribunal Constitucional, de mayoría “progresista”, con lo que no contaba es que dentro del Poder Judicial existen Magistrados, no solo independientes y respetuosos con la legalidad, sino además valientes, como son el experimentado García-Castellón (asiduo de Cantabria) y el Magistrado Aguirre, que no se han dejado amedrantar por las graves amenazas que han recibido por los enemigos de la Constitución y de la unidad nacional, que no deberían quedar impunes, ni deben diluirse por la inmunidad parlamentaria.
La valentía de estos Jueces, a mi modo de ver, que han dictado e tan adversas circunstancias unas Resoluciones fundadísimas en Derecho, con sólidos indicios y consistencia jurídica fuera de toda duda, va en correlación con la “cobardía” del redactor de la Ley de Amnistía, Puigdemont, que no tuvo agallas, como Junqueras y el resto de los condenados por el “procéss”, de enfrentarse a la Justicia (si es que tan inocente se considera), y prefirió huir en un maletero, y ahora asegurarse la inmunidad, desdiciéndose de su propia Ley.
Pero claro, a veces las armas las carga el diablo, y en este sentido no puede poner puertas al campo, ni atar todos los flecos legales de su reprochable conducta hasta el punto que son tantas las maniobras, ilegalidades y corruptelas de este desestabilizador que cada día que pasa se le abren más investigaciones policiales y judiciales.
Este giro ha supuesto un duro golpe para Sánchez, difícil de encajar, y lejos quedan aquellas prepotentes risas de la investidura, pues la solución no se antoja fácil, y en mi opinión no solo ha quedado tocado, sino que prácticamente hundido, no se le dan mal las resurrecciones (políticas).
Todos sabemos que Sánchez es capaz de todo, y si por el fuera, incluiría en la Ley tanto los delitos de terrorismo como el de traición al Estado, lo que seria ningunear patentemente la Constitución y el Estado de Derecho, y venderlo bajo alguna denominación que se le ocurra en los próximos días (al tiempo), para consagrar aquello de la necesidad virtud, pero hemos llegado a un punto que este paso es francamente difícil. Solo cabe una solución para Sánchez: que Puigdemont recapacite y dentro de los próximos treinta días acepte el texto que el mismo ha redactado y se ha presentado al Congreso (edulcorado) y dejar que pase el tiempo a ver como discurre la investigación judicial (que va para largo), y continuar viviendo mientras tanto con un marqués en Waterloo, pero este no era el plan.
Pero claro, el asunto no es que no se fie de Sánchez (que no se fía y prueba de lo cual es que la Ley la redactó el), el tema es que la Justicia está en marcha, y aunque traten de desacreditarla (especialmente a los Magistrados señalados, cuya cacería ha comenzado), deberá comparecer ante la misma y al menos se ha demostrado que el Poder Judicial, afortunadamente, existe y está en su sitio y (de momento) no ha sido fagocitado por Sánchez.
El asunto es, ¿Qué hará Sánchez? en este escenario: dimitirá, convocará elecciones, o tragará las nuevas enmiendas. Desde luego no le arriendo la ganancia y creo que este señor ha dado pasos muy graves por los que deberá responder no solo en la urnas, sino en responsabilidades mayores.