Estos días, con la que está cayendo en España, salvo el ruido mediático en los
medios de comunicación, y el trabajo en los Juzgados de la Audiencia Nacional,
todo sigue igual, pues no pasaba absolutamente nada, por muy grande que sea la
fechoría aquí no dimite nadie, me refiero a los puestos de máxima responsabilidad
política.
Llevamos un 2024 convulso, donde narcotráfico asesina dos guardias civiles, se da
una amnistía a la carta, se desacredita al poder judicial, se linchan a jueces, los
separatistas e inconstitucionalistas secuestran con el sistema parlamentario el poder
legislativo, se dicen sandeces mayúsculas, y aquí no pasa absolutamente nada.
Lejos quedan aquellos tiempos donde Nixon se vio obligado a dimitir por espiar a
sus rivales políticos, tras una investigación periodística del Washington Post, por
un hecho que era una broma comparada con las gravísimas escuchas de hoy en día
en todos los ámbitos, pues ya no existen secretos, todos estamos espiados y
controlados, lo que, sin duda es signo de que los tiempos han cambiado en todos los
órdenes de la vida.
Rajoy fue apeado de la Presidencia tras la Sentencia Gurtell, en aquella famosa
Moción de Censura (fantasma) bajo el pretexto que la impulsaba de la corrupción,
y con razón dijo en el discurso (de despedida) a Sánchez ¿se propondrá por usted
una auto moción censura tras la Sentencia de los ERE?, reflexión muy apropiada
para el vigente “caso Koldo”.
Vemos que no, que la vida sigue igual, y no solo con ello, tira adelante viento a
popa a toda vela con la injustificable la Ley de Amnistía (peaje de poder), que solo
puede calificarse de obscena tanto en el fondo (pues tiene descontento a su
defraudado electorado) como en las formas, dado que fue redactada por
Puigdemónt, con Cerdán de escribano (por cierto famoso por relanzar la carrera
política de Koldo), todo ello desactivando al Poder Judicial, y aquí no pasa nada.
De verdad, esto era impensable en los principios de nuestra democracia, cuando a
Suarez se le hizo la vida política irrespirable por los cuatro costados y tuvo que
dimitir de la Presidencia del Gobierno y del partido por menos motivos que ahora,
afirmando en su discurso aquella famosa frase “Yo no quiero que el sistema
democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de
España”; a Felipe, (que se creía intocable y lo mató su autosuficiencia al pretender
perpetuarse con tres legislaturas) acabó claudicando con los Gal y al menos con dos huelgas generales; Aznar acabó tocado con la reunión de las Azores, pero Sánchez,
a quien, como diría Sabina: “las balas -políticas- le rozan pero no le dan”, a pesar de
que los últimos acontecimientos le tocan de cerca, en concreto a su mujer y a la
Presidenta del Congreso, sigue más tieso e incluso retador que nunca. Chapó.
Pero, en mi opinión, la explicación a estas conductas se reducen a dos claves: 1)
se ha perdido la dignidad y la honestidad política, donde prima el poder y la
vanidad en lugar del sentido de Estado, como dijo Suarez, y 2), el conformismo (o
confort) de la ciudadanía es infinito, y sucede como las bacterias, cada día son más
inmunes a los antibióticos. La gente, salvo casos puntuales no se moviliza,
exceptuando el futbol.
No hay más lecturas, menos mal que, como dijo Suarez (al que cito por tercera
vez) al menos “siempre nos quedará la democracia” y esto puede y debe revertirse
cada cuatro años en la urnas, o, llegado el caso, por la Justicia Formal.
