La situación económica del Grupo Prisa, ha empeorado en las últimas semanas como consecuencia del descenso del valor de su título en Bolsa. El mínimo anual, hasta ahora, lo marcó el pasado 20 de septiembre, cuando cerró la sesión a 53 céntimos por acción.

En el periodo de estos último seis meses, sus acciones han perdido el 40% de su valor, confirmado por la falta de confianza de los inversores en el grupo. Simplemente con echar la vista atrás se puede comprobar, cuando el año pasado, el título cotizaba en bolsa a 1,37 euros en la primera sesión bursátil (enero) y cerró diciembre en 0,89 euros, después de llegar a situarse en 39 céntimos la acción del grupo.

Posteriormente remontaba el valor de la acción sobre todo a partir del pasado mes octubre de 2020, cuando Prisa alcanzó un acuerdo con sus acreedores para refinanciar su multimillonaria deuda hasta 2025, que le permitía salir de la ‘UCI financiera‘, pero que no terminaba de dar solución a su situación negativa contable.

Ante esta situación, Prisa anunció la venta del negocio de Santillana en España a la finlandesa Sanoma; y su salida definitiva de Portugal donde disponía de la mayoría de acciones de la compañía Media Capital.

Otra de las situación que han marcado esta situación es la llegada de la multinacional francesa Vivendi a su accionariado que se hacía 9,9% de las acciones, con un posterior cambio en el equilibrio de poder del grupo, que pasó a estar presidido por Joseph Oughourlian (Amber Capital), en detrimento del Javier Mozón, hombre fuerte del Banco de Santander, otro de los accionistas importantes del grupo, algo que no fue bien acogido por los mercados.

Este miércoles, la bolsa cerraba con los títulos de Prisa a 61 céntimos. La capitalización de la compañía era de alrededor de 430 millones de euros. El pasado 30 de junio, su deuda ascendía a 743 millones, situación que han penalizado el precio de esta participación que han llevado a su exclusión, hace unas semanas, de un índice estadounidense de small caps, FTSE, lo que provocó que varios fondos de inversión pusieran automáticamente en venta sus acciones y el consiguiente riego para el grupo.

Ante esta situación fuentes de los accionistas señalan que podría plantearse una futura ampliación de capital para tratar de aliviar estas urgencias financieras, aunque expresan sus dudas sobre el éxito de una operación de este tipo, que sería la tercera en el último lustro y que obligaría a realizar otra importante inversión a los actuales socios con el mayor número de paquete de acciones para no perder peso en el grupo.

La situación de algunos accionistas mayoritarios no es la más idónea en estos momentos ya que hay que recordar que el Banco de Santander prestó 38,5 millones de euros a la familia Polanco para que acudiera a la ampliación de 563 millones de euros que se propuso en 2018, lo que evitó que se diluyeran en el capital.