Por Sonia Solar San Juan
Vivimos marcados por todo lo que nos acontece. Para lo bueno y para lo malo, nuestras experiencias vitales nos moldean como si de vasijas de barro se tratase. Nacemos predispuestos a dejarnos llevar por nuestro código genético, pero la vida tiene otros planes y termina por causar efecto.
Todo, absolutamente todo, deja huella en nosotros, moldeándonos hacia un lado o hacia otro. Convirtiéndonos en una pieza diferente del ajuar del mundo en el que nos encontramos.
Cada mirada, cada gesto, cada sonrisa, cada abrazo, todo interfiere más de lo que pensamos. Las experiencias de éxito, las de fracaso, las veces que nos dijeron sí, las que todo lo contrario. Todo suma para que nos convirtamos en quienes en este momento estamos siendo.
Y hablo en presente porque mañana, una vez más, los acontecimientos pueden de nuevo transformarnos. Lo hacen las flores del camino, así como las hostias que nos llevamos, pero sobre todo nos realiza la actitud con la que a ello nos enfrentamos.
Es inquietante pensar qué pasará mañana y quién terminaré siendo. Espero que la vida no me trate demasiado mal y que mi código genético no sea del todo malo. Sea como fuere hay algo que tengo bien claro, y es que la vida es eso, un singular regalo.