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domingo, septiembre 15, 2024

Socialistas, Nacionalistas e Independentistas

@profsecundario

La mayoría de la población en Cataluña y el País Vasco no quiere ser como la del resto de Comunidades Autónomas. Rechazan, incluso, el nombre de «Comunidad Autónoma» y reclaman para su territorio un estatus distinto al de los demás debido a que se consideran mejores que los demás, en esa perversión moderna consistente en creerse más por llorar más fuerte, por ese victimismo propio de quienes no pueden aportar mayor mérito que un mohín de desprecio a un sistema que no ha parado de favorecerlos desde hace siglos.

Dicen los nacionalistas catalanes y vascos que ellos son especiales porque tienen un pasado, que es lo que siempre se dijo de las ricachonas divorciadas y sus aventurillas de juventud. Por ese pasado, tan ideal como inexistente, no han dudado en matar cuando les ha convenido y tampoco han dejado de aprovecharse de la ventaja generada por ese clima de terror cuando el asesinato les dejó de convenir.

Su carta de presentación característica, su mayor rasgo distintivo, su verdadero hecho diferencial ha sido siempre esa falta de escrúpulos a la hora de exigir más y mejor del Estado, como un adolescente engreído y violento que cree que su habitación es suya por el hecho de vivir en ella, exigiendo todos los derechos y ninguna de las obligaciones de la vida en común.

Los nacionalismos catalán y vasco, causantes de la decadencia económica, cultural y moral de esos territorios cuyo gobierno han patrimonializado en nombre de la sangre y de la raza, se han convertido en el sostén de un socialismo español que, a su vez, se ha transformado en una simple delegación territorial de esos nacionalismos: un perro que solo sirve para transportar pulgas.

Dicen estos socialistas que el independentismo ha descendido más que nunca en los últimos años, que se encuentra en sus niveles más bajos. No podría ser de otra manera: la situación de privilegio en la que, gracias a ese igualitarismo socialista basado en la extensión de las desigualdades territoriales, viven catalanes y vascos ha convertido las demandas de independencia en el único acto de responsabilidad posible, en la aceptación de una vida adulta en la que el disfrute de la libertad implique asumir también sus costes y no solo sus beneficios.

Una «independencia» en la que el Estado te paga las copas y las quejas será muy placentera, pero tiene muy poco de independiente.

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