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domingo, julio 20, 2025

SIN PAZ NI GLORIA

«Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores» 

Mateo 24 6-8.Biblia Hebrea.

Desde que el mundo es mundo, las guerras han existido… Cuando las primeras civilizaciones comenzaron a dispersarse por toda la esfera, surgió ese impulso primitivo e instintivo de querer poseer, de acumular, de atesorar y de dominar a cualquier precio…

A medida que el ego o personalidad se iba afianzando en las mentes de los hombres hubo la necesidad de dominar y de controlar, pero para ello tuvo que nacer el poder… El poder surge entonces como mando fáctico y como la fuerza que se impuso aún contra la voluntad de los otros y sin importar la razón de aquella, pero también como manera de influir en el comportamiento de los demás. Esto trajo como consecuencia el uso de estrategias de dominación, primeramente con la fuerza y posteriormente con el miedo

A partir de allí se fueron dando una serie de acontecimientos que persisten aún en nuestros días, como el dominio, el control, la subyugación, la esclavitud, las conquistas y por supuesto las guerras…

Así que esto no es nuevo, de ninguna manera.

Las guerras siempre han existido, las vivimos y siempre convivirán entre nosotros, sean cercanas o lejanas…

Y es que el ser humano siempre se ha comportado y se seguirá comportando igual, no importa la época, el lugar, la cultura, la tecnología y demás; siempre va a tender a la competencia, a la lucha por el control, al acaparamiento, al dominio del otro; lo único que cambiará será precisamente eso, el escenario geográfico, los personajes, las armas y las intenciones, pero la causa siempre será la misma: el egoísmo.

El egoísmo no es más que el excesivo individualismo, la mezquindad y la falta de dignidad, honor y amor hacia los demás…

Y como todo evoluciona, se perfecciona y se adecúa a los tiempos y a las mentes de las personas, pues estos comportamientos también adquieren nuevas dimensiones…

Las guerras ya no son con garrotes, martillos, mazos, catapultas, cañones, espadas ni flechas; son con fusiles de largo alcance, con miras telescópicas, con misiles, con bombas radioactivas, biológicas y químicas, con drones, lanza llamas y por supuesto con las temidas bombas nucleares de destrucción masiva…

Pero,  aparte de las armas visibles y tangibles que causan destrozos a su paso, también están las invisibles, las imperceptibles, las subliminales, que son quizás las peores porque penetran en la mente de las personas, ocasionando efectos tan increíbles como el servilismo, la hipnósis, el sometimiento, el esclavismo, la sumisión y la obediencia ciega e inconsciente. Éstas son las armas más nocivas, tóxicas, crueles y nefastas que ha podido crear el ingenio humano inspirado por el mal/ego…

Así que hasta que el ser humano no abandone esa idea de la competencia, del acaparamiento, del poder, del dominio, del control, en fin, del propio egoísmo, las guerras seguirán existiendo…

Los grandes avatares, mentores y maestros de todas las religiones, de todas las filosofías y de todas las épocas, han dejado en sus postulados de manera contudente e inequívoca que la única forma en la que el hombre puede hallar la paz es a través de la máxima suprema:

«Todo lo que una persona no desea que le hagan, debe abstenerse de hacerlo a los demás.»

Mahabharata, XII (primer milenio aC)

«No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti.»

Confucio (551-479 aC). Diálogos

«Esfuérzate en tratar a los demás como querrías ser tratado, y verás que es el camino más corto a la benevolencia».

Mencio (370-289 aC)

«Lo que a ti mismo te contraria, no lo hagas a tu prójimo.»

Talmud. Sabbat, 31

«Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos.»

Mateo. Evangelios, 7,12

«Ninguno de vosotros es creyente mientras no prefiera para su hermano lo que prefiere para sí mismo.»

Mahoma. Dichos del Profeta (S VII).

Pero aún así en las religiones también predomina el ego, como hemos visto en las luchas religiosas y en todos los eventos históricos de persecución y muerte por parte de los altos clérigos a quienes no profesan su fe…

Todo ha radicado en que nos hemos creído el cuento de la separación, pues todo parte de allí, de no saber qué somos. De ignorar que somos partecitas de una Unidad indivisible; de la idea inculcada del individualismo, de la competencia, del egoísmo y la maldad en contra de los demás.

Así que no hay soluciones que buscar, la salida sigue siendo esa, mirar y tratar a nuestros hermanos, tal como a nosotros mismos, porque de hecho, todos somos uno y somos lo mismo y aquello que hagamos a los «otros» lo estaremos recibiendo «nos- otros».

Coco Bari © © ®

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