El Periodista. Editor y fundador del periódico digital Vozpópuli, Jesús Cacho, escribe este domingo un artículo de opinión en su digital, sobre la situación de Pedro Sánchez, su mujer Begoña Gómez y España, que por su interés reproducimos a continuación:
Acorralado (esto tiene muy mala pinta)
Congreso de los Diputados. Miércoles 20 de marzo. Sesión de control del Gobierno a la oposición. Marisú Montero, vicepresidenta y ministra de Hacienda sin idea del asunto, está pidiendo explicaciones desde su escaño a Cuca Gamarra, PP, con ese estilo suyo entre zafio y jacarandoso. Se hace eco de una noticia aparecida en día anterior en uno de los digitales de la flotilla mediática sanchista, según la cual la Xunta de Galicia otorgó al grupo ceramista Sargadelos una subvención de 114.000 euros cuando Alberto Núñez Feijóo ocupaba la presidencia gallega y Eva Cárdenas, su mujer, trabajaba para la empresa.
Las cámaras muestran a un Feijóo musitando, entre sorprendido e indignado, un “Qué mentira”, mientras Montero recibe la ovación cerrada de la bancada socialista puesta en pie, y de repente emerge un Pedro Sánchez que parece enfrascado en un rifirrafe particular con el líder del PP, al que replica “¿No?, ¿no? Sí, sí”, mientras le apunta con el dedo, y en el estruendo de las palmas se oye a Sánchez lanzar un “Y más cosas” a Feijóo, con sonrisa sardónica, “y más cosas” y así hasta seis veces “Y más cosas”, mientras mueve el índice como el cañón de una pistola humeante. El presidente del Gobierno amenazando gravemente al líder del primer partido de la oposición.
El martes por la tarde, la dirección del grupo Sargadelos había emitido un comunicado desmintiendo la información. “No hubo subvenciones ni ayudas, ni se solicitaron, para Sargadelos, mientras la mujer de Feijóo trabajó en ella entre diciembre de 2020 y agosto de 2022”. El desmentido no fue obstáculo para que el Gobierno en pleno se lanzara por la pendiente del infundio dispuesto a aferrarse a ese clavo ardiendo con la intención de maltratar a la oposición.
El jueves 21, el director del diario calumniador, receptor de las “noticias” que la factoría PSOE, al alimón con Moncloa, distribuye diariamente entre sus medios afines, reconoció el error: “La Xunta de Feijóo ayudó al Real Patronato de Sargadelos y no a la Fundación Sargadelos para la que trabajó su pareja. Un periodismo fiable consiste (también) en corregir cuando se detecta un error”, decía el patético dueño del medio.
Y así todo. Vivimos en el espanto diario provocado por un Gobierno contra las cuerdas, víctima de su corrupción galopante, que se revuelve esparciendo basura contra una oposición que no sabe muy bien cómo pelear esta guerra, que duda y vacila, anclada en el recuerdo de su propia, maloliente y vieja corrupción, Gürtel mediante.
Un Gobierno dispuesto a morir matando, dirigido por un presidente acorralado. A la abrumadora montaña de mierda que representa el “caso Abalos-Koldo”, que en realidad es el “caso PSOE” (Mascarillas, tests, maletas con metálico, prostitutas, viajes a Dominicana, gestión fraudulenta de fondos UE, etc., etc.), basura que afecta a varios ministros, a la presidenta del Congreso y a ex presidentes de CC.AA., el sanchismo responde tirando del caso de un ciudadano particular, un hortera con Maserati, a la sazón pareja de Isabel Díaz Ayuso, que dirime un pleito con la AEAT, como tantos ciudadanos españoles, y que tendrá que rendir cuentas ante el Fisco y/o la Justicia si ha cometido algún delito. No está claro siquiera si las irregularidades que afectan al mozo se cometieron antes o después de conocer a la presidenta madrileña. Y ante los sólidos indicios de corrupción que apuntan directamente a Begoña Gómez, esposa de Sánchez, el presidente responde con acusaciones inventadas contra la de Feijóo. Tinta de calamar. Maniobras desesperadas de distracción.
“Todos los caminos de la corrupción en España conducen a República Dominicana”, contaba aquí ayer Alberto Pérez Giménez. Allí están los negocios de Luis Rubiales, el íntimo amigo de Sánchez a quien Sánchez acaba de dejar caer para usarlo como un nuevo espantajo. Allí están los “secretos” de Pepe Bono, y parece que también alguno de Felipe González. Allí tenían parte del cash, según el informe de la UCO, la trama de Koldo, Aldama y compañía. Allí han levantado parte de su imperio los Hidalgo, padre e hijo, dueños de Globalia y Air Europa… Y allí viajó también Begoña en junio de 2022, “experta” en la gestión de los fondos de la UE que reparte su marido.
El viaje de la doña se produjo nada más dejar la dirección del Africa Center, la fundación del IE en la que permanecía desde 2018 y que tan generosamente patrocinó Air Europa (casi un millón de euros). Claro que los Hidalgo se cobraron el favor con largueza. Lograron que el marido de Begoña, a la sazón presidente del Gobierno, acordara en consejo de ministros (sesiones en las que no se abstuvo, para qué), el rescate de Air Europa (615 millones, noviembre de 2020) y de la propia holding, Globalia (más de 300 millones, en mayo de 2021). En total, casi 1.000 millones. Jamás la inversión de un millón de euros produjo mayor rentabilidad. Si no es corrupción, se le parece mucho. Un caso con olor delincuencial tan deslumbrante provocaría la dimisión automática del primer ministro en cualquier país no ya democrático, que va de suyo, sino en cualquiera que se respete un poco y donde rija, siquiera nominalmente, el imperio de la ley.
Se entiende la desesperación de Sánchez, lobo acorralado, víctima de su artera concepción del Estado como finca privada. Pedro sangra por la herida de Begoña. Intuyo que todo lo demás le importa un bledo, incluido naturalmente Puigdemont. ¡Y qué ternura produce observar el celo que los articulistas de Países y Vanguardias –y algún que otro cínico plumilla aspirante al Nóbel instalado en el extremo centro- ponen a la hora de evitar mencionar a Begoña en sus escritos, el mayor caso de corrupción que vieron los femeninos siglos, mientras se desgañitan con Ayuso y su novio!
El estilo bronco del narciso, propio de los capos mafiosos, ese dedo humeante que acaba de disparar la bala de la mentira contra el opositor, ha extendido sobre la piel de toro una profunda sensación de alarma. Es el gesto del gánster sin la dignidad criminal de don Vito Corleone. En el recuerdo, la tragedia de los años treinta del siglo pasado. Es la violencia en las Cortes de la II República; es la sentencia de Pasionaria ante un Calvo Sotelo a punto de caer asesinado (“Este hombre ha hablado por última vez”); es Indalecio Prieto blandiendo su pistola en plena sesión; es Largo Caballero (Trapiello ayer en El Mundo), modelo de “socialista” para Sánchez, y su «Triunfaremos, no por ser razonables, no por tener razón, sino porque seremos los más fuertes y tendremos la fuerza en nuestras manos (…) No ha nacido ningún régimen nuevo sin que haya derramamiento de sangre y violencia (…) Las derechas en España deben haberse terminado ya. No piense nadie en darles el poder”; Son las agresiones, los incendios, los asesinatos que condujeron a la Guerra Civil.
El clima parece tan crispado que una simple chispa, un accidente, un incidente desgraciado, podría mandar al traste casi 50 años de magnífica (magnífica, sí, si reparamos en los cuchillos cachicuernos con los que los españoles se han asesinado a lo largo de la historia) convivencia para provocar algo mucho más grave, más trascendente, más dramático… La preocupación se expresa en las calles de España: “esto tiene muy mala pinta, esto no va a terminar bien”, un sentimiento compartido por no pocos votantes socialistas, incluso militantes honrados de la vieja hornada. Cuando el Gobierno amenaza a la oposición (“¡Tú, cuidaooo!”) desde el banco azul es que están a punto de desbordarse los diques de la convivencia. Cuando el Gobierno utiliza el aparato del Estado para chantajear a sus rivales políticos, cuando pone a policía y CNI a investigar a la oposición, es que vivimos en una autocracia cleptómana, un híbrido entre Caracas y Moscú, entre chavismo y putinismo.
Y cuando el Gobierno despliega los tics propios de la mafia calabresa, es que vivimos en un país regido por una banda que no solo presume de utilizar las instituciones para perseguir a sus rivales políticos, sino además se lo hace saber para acojonarlos. Y esto va a ir a peor. Concedida la amnistía y sin PGE, la legislatura está agostada, prematuramente muerta. Nada que gestionar, nada que legislar. Solo mantenerse en el poder a cualquier precio. Cada día más evidente su servidumbre, cada vez más arrastrado, más dispuesto a reinar sobre los escombros de lo que antaño fue España. ¿Incluso mediante la violencia? Sí, ya sé que esta no es la España de los años treinta (verdad de Perogrullo), y que aquí todo el mundo tiene algo/mucho que perder. No lo será, pero se le parece mucho. Cada día, más. Cada día que pasa, la corrupción de Begoña, que es la suya, lo convierte en un tipo más y más peligroso. Es de suma urgencia, por eso, pararle los pies cuanto antes.
Sánchez no tiene vuelta atrás, es un cáncer llamado a crecer con el tiempo. Convendría, por eso, que la oposición, nuestras élites (si existieran), la sociedad civil (si existiese), tomaran conciencia de la gravedad del momento. Porque cuando termine de romper las reglas del juego, empezará el peligro personal. Y cuanto antes se vaya al choque institucional, más leve será el choque social. Percutiendo por el flanco de Begoña. Ahí le duele. Y, por cierto, Ayuso debería tomarse muy en serio todo lo que atañe a su seguridad personal.