Este martes hemos conocido que D. Juan Carlos I, Rey Emérito de España, va a emprender acciones legales en defensa de su honor frente a D. Miguel A. Revilla, por la cantidad de sandeces que dice cada vez que habla en TV, especialmente en “El Hormiguero”.
Desde este medio estamos siendo muy críticos con este personaje (Revilla, obviamente), y ello por diversas razones: la principal de todas ellas lo contradictorio del mismo, su incapacidad como gobernante, teniendo el triste honor de haber dejado la Comunidad de Cantabria con los indicadores más bajos en todos los sentidos (empleo, PIB, riqueza, población, etc.) y sectores respecto al resto de Comunidades Autónomos, estando los últimos o los penúltimos.
Sin embargo, como hemos repetido hasta la saciedad, estos lamentables hechos contradicen las lecciones de economía que imparte a diestra y siniestra en los medios sin explicar la cantidad de fiascos en los que sus gobiernos se han visto inmersos en nuestra Comunidad, tal y como en este medio venimos constatando.
Dejando de lado esta “contradicción”, quiero destacar algo peor aún, la “ingratitud y el desagradecimiento”. Y digo esto en relación a la querella, o demanda de Protección del Honor que ha interpuesto el ex Monarca, o “Emérito” contra su ex desleal amigo.
En la memoria colectiva quedan la cantidad de intimidades que sacó a la luz de forma indecorosa de toda la nobleza y las Monárquicas de Europa, (El bastón del Rey de Noruega en el Baño, del marido de Carolina de Mónaco, etc.) con ocasión de la boda del Rey Felipe, haciéndonos sentir a los cántabros vergüenza ajena por esta total indiscreción, lo que muestra la ruindad del personaje y el desagradecimiento a una invitación, aunque fuera institucional, pero nos consta hecha con respeto por Juan Carlos I.
Esto, evidentemente, no sentó bien a la Casa Real que trató de quitar hierro al asunto por la mediocridad de Revilla (en fin, él es así…que se le va hacer…pelillos a la mar, o no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. Lo determinante es que estas filtraciones de la intimidad de la gente venden bien, y más tratándose de la flor y nata de la burguesía mundial, lo que le catapultó a la fama mediática, explorando esta vía cuasi cómica hasta nuestros días, haciéndose adicto a los medios y a las redes sociales como él mismo predica, dándose baños de fama por donde quiera que va.
Consciente de que, como digo, estos ataques venden, con ocasión de las cuitas del Emérito ha echado por la boca “sapos y culebras”, sin reparo alguno llamándole de todo, a pesar de que no hay ninguna Sentencia judicial que lo repare.
Estamos en Democracia, Revilla está en la política, y por supuesto tiene derecho/deber de opinión y de crítica. Es más, es su deber como tal, pero hay una serie de líneas rojas que no han de traspasarse. Podrá censurar o valorar, e incluso opinar, como digo, pero no insultar, calumniar , mancillar y menos cuando el Emérito ha pasado a un segundo plano en la vida publica, ha abdicado, y desde entonces hace vida de ciudadano normal, un
particular (como diría Sabina). Si hizo algo ilegal, que sea la justicia la que haga su trabajo (y creo que lo ha hecho, incluso la Británica, y no hay nada) pero me parece muy ruin hacer leña del árbol caído, máxime cuando ha sido el que en su día le aupó, y además, teniendo motivos para callar como la historia en Cantabria lo está evidenciando.
Por la boca muere el pez, y Revilla tiene la lengua muy larga, la dignidad y coherencia muy cortas, pero conociendo al personaje la demanda de protección del honor de Juan Carlos I, a este le va la marcha y que más quiere a sus ochenta y dos años que utilizar el victimismo, darle a la lengua y seguir explotando el filón.
Al tiempo. Brasa para rato. Creo que el Rey Emérito lo mejor que podría podría haber hecho es ningunearle, pues el este purriego se retrata solo. Mi opinión.
