Estamos en Navidad, “Feliz Navidad” a todo el mundo, y la verdad es que es mi deseo de corazón.
Mi reflexión va encaminada al hecho del significado que estas fiestas, por definición religiosas, han alcanzado un nivel de trascendencia tal que no pasan inadvertidas yo creo que para casi nadie, en el sentido de que al margen de su paganización y/o su vertiente mercantil de la que me quiero olvidar, en el fondo mantienen las esencias de ese espíritu en el que nos acordamos de una forma especial de aquellas personas o seres a las que tenemos un especial aprecio, cariño aunque en muchos casos sea una vez al año, pero aún así para mi es muy pero que muy importante.
En estas fechas afloran esos sentimientos y deseos de salud y bien para todos los que queremos y creo que así debe de seguir siendo. La Navidad puede generar tristeza a muchas personas, sobre todo aquellas que por cualesquiera razones están involuntariamente solas, enfermas, desasistidas, y eso no es bueno ni en estas fechas ni en ninguna otra, pero en términos generales y al margen de estas excepciones se generan unas sinergias de ambiente que transmiten una positividad y felicidad a mi juicio loable.
La Navidad cuando para los creyentes y/o religiosos se celebra el nacimiento de un personaje como fue Jesús de Nazaret que no ha pasado inadvertido por lo que viene representando a lo largo de veintiún siglos un transgresor frente a stablisment de la época, representa además un tiempo de reflexión, de calma, que invita al bien en lugar del mal, del acercamiento en lugar de la división con el intercambio de felicitaciones, y porque no, mantiene también una tradición de intercambio de regalos en prueba del aprecio y de mantener una tradición de generosidad entre las personas que existen vínculos de aprecio, sean familiares o no.
Es tal la fuerza de la Navidad (valga la redundancia) que incluso en las cruentas Guerras Mundiales, y en otras posteriores, se hacia una tregua por estas fechas, pero ha tenido que ser el Covid, ese virus “autoinvitado” el que está rompiendo con unas tradiciones, como son las reuniones de amigos, familias, el que desde hace dos años trata de asestar un golpe letal a tradiciones milenarias atacando de lleno, al impedir la reunión y el contacto físico (besos, abrazos, etc.) a ese espíritu que prendió una nochebuena en un pueblo de la antigua Judea llamado Belen, en el que nació un personaje en plena pobreza y además perseguido desde su cuna por el poder político de entonces, Herodes.
No dejemos que estos últimos acontecimientos cercenen estos buenos sentimientos, pasemos página a pesar de la hecatombe y erráticas decisiones políticas y judiciales en la materia, y que volvamos a vivir esas entrañables fiestas con la normalidad de siempre, a fin de mantener y preservar este espíritu, al menos durante estas fechas.