El adiós de/y a Angela Merkel, la canciller alemana tras 16 años en poder, ha dejando opiniones para todos los gustos dentro y fuera de su país.
Nadie duda de la talla política de esta señora, muy por encima de la mayoría de los lideres mundiales en la actualidad, pero, por supuesto, muy lejos de algunos de sus predecesores como Konrad Adenauer, Willy Brant, o el mismo Kholl (a pesar de su final).
Se ha hablado mucho de su personalidad y de su austeridad (siempre con la misma ropa, su vida fuera de palacio en un pueblo a las afueras de Berlín -decía que no era una modelo y que era una empleada del estado- y sus compras en el supermercado acompañada por su segundo y discreto esposo), conductas que en lo personal y dado su status político son elogiables.
Ahora bien, si todo han sido parabienes tras su marcha (no sabemos si de alegría o de tristeza), no es menos cierto que ha dejado a su partido CDU (Democracia Cristiana) un tanto tocado y lo evidencian sus pobres resultados perdiendo las recientes elecciones frente al Partido Social Demócrata SPD, con importantes divisiones internas sin haber trasladado las sinergias que su prolongado liderazgo se supone le habrían proporcionado al partido, pero los hechos vienen a demostrar lo contrario.
Merkel, no solo fue la canciller y dueña y señora de Alemania, sino que indudablemente fue también y de forma paralela la Kaiser en la UE, y sus dictados, junto al dogmático (y polémico) ministro de finanzas Schauble, han marcado la pauta de las líneas económicas de la unión.
La postura alemana, aunque desde el punto de vista racional, viniera justificada, vino a poner de relieve una división política y económica entre los estados miembros del Norte (afines a Merkel) y los del Sur, fundamentalmente España, Italia, Grecia y Portugal, sobre todo a raíz de la crisis hipotecaria del 2007, crisis de la que tuvo buena parte de culpa precisamente un Banco alemán el Deuscthe, inmerso en conflictos como la manipulación del Euribor y las cedulas hipotecaria basura, banco que ha sido apoyado por el Gobierno Alemán.
Sus dictados acrecentaron un punto de insolidaridad entre unos y otros justificados en parte, por el supuesto “despilfarro” de los países del Sur, explicando el “austericidio al que nos sometió Europa”, con la amenaza de los hombres de negro, conminando y convenciendo a Rajoy
para machacarnos a impuestos, políticas que solo sirvieron para prolongar la crisis, y estrangular a la clase media.
Sin embargo desde Europa, el Presidente francés Macron la plantó cara, abogando por salidas intermedias, hasta que fueron cediendo.
Con el Covid 19, se vino a acentuar más la división dentro de la UE, y debido a las presiones y a la errática decisión de Alemania en la anterior crisis, se optó por políticas expansivas ante el retroceso del austericidio alemán.
En definitiva, el balance dejado en Europa por Angela Merkel, no ha sido muy positivo, a mi juicio se va con más pena que gloria, ha sido una estadista de perfil bajo o gris (a pesar de su indudable talento), ni siquiera y a pesar de haber lanzado mensajes altisonantes frente a Putin, dieron la impresión que fueron mas maquillaje que otra cosa, pues aparte de su escasa eficacia frente a la dictadura de este, los hechos demostraron que se plegó a sus intereses dando continuidad al gaseoducto del báltico para importar gas ruso.
Por tanto, utilizando una frase que me gustó de Cruiff, a Angela Merkel, habrá que decirle “Adiós, gracias y suerte”, pero su tiempo pasó con más pena que gloria para Europa, pues estuvo a punto de firmar el Certificado de Defunción de la Unión, y como ejemplo un botón: el Brexit, y la mas que posible salida de Grecia e Italia, e incluso España de la Unión.
Pero no solo esto, la postura Alemana, con su pasividad-permisividad- ha permitido un serio posicionamiento Chino dentro de las empresas Europea en detrimento del peso que deberíamos tener no solo económico sino político en el mundo y no lo tenemos.
Alemania deberá reinventarse y meditar que futuro quiere en el marco europeo.