En las noticias de hoy se hizo pública la retirada de la excepcional deportista, Lydia Valentín, Campeona olímpica (Oro, plata y bronce), además de dos campeonatos del mundo y cuatro de Europa, entre otros muchos galardones en un deporte tan duro, exigente como es la halterofilia.
No soy gran aficionado a esta actividad, aunque tengo un buen amigo totalmente vinculado a dicho deporte, primero como practicante y hoy como entrenador, Fernando Guerra de la Gala (un referente en Cantabria, y gran persona, por cierto).
El caso de Lydia siempre me llamó la atención por muchísimas razones. La primera porque la halterofilia es un deporte minoritario, al menos en nuestro país, lo practica una chica de la localidad leonesa Ponferrada que decide practicarlo y llagar hasta donde pueda por lo que decidió trasladarse a la Blume de Madrid.
Se trata, además, de un deporte que requiere unas potentes condiciones físicas, por definición muy masculino (y que no se me malinterprete), y en el caso de las mujeres el mayor grueso procede de los países del este -y orientales, fruto de aquellos años de las políticas soviéticas que utilizaban el deporte en todos sus géneros como propaganda del régimen.
Estamos hablando de un deporte extraordinariamente intenso, vocacional y además no muy bien remunerado, lo que da más mérito a la acción pues mantiene la esencia del espíritu olímpico en estos tiempos tan materialistas.
Sin embargo, en España surge este talento, Lydia Valentín, sumado a su perseverancia, consiguió plantar cara ella sola a las atletas del este (como Carolina Martín en Badminton) consiguiendo participar, creo recordar, en tres o cuatro olimpiadas (y por poco y debido a las lesiones no acudirá a la de Paris 2024), permaneciendo en lo más alto de la cúspide con total merito y honestidad, pues ha conseguido competir limpia, mientras que muchas de sus rivales acudieron a la trampa del dopaje.
Si a ello le añadimos que es una mujer guapa y atractiva, en un deporte que requiere una morfología muy determinada para elevar por encima del hombro tantísimo peso, además de fuerza y técnica, unido a esa sonrisa que siempre emitía al finalizar el concurso con ese corazón que formaba con sus manos, solo puedo calificar a esta deportista de sublime en todos los aspectos de la vida.
En mi opinión se va con la cabeza muy alta, dejándonos un grato recuerdo, sin las estridencias de otros (as) deportistas. Un ejemplo a seguir.