Por Marcelino Pérez
Caja Cantabria una entidad financiera que cuando no estaba politizada era el “banco” más importante en Cantabria, con más clientes que el banco Santander, entro hace años en una crisis que ahora da sus últimos coletazos.
Caja Cantabria no fue capaz de mantenerse firme ante la ola de fusiones decretada por el gobierno de España, porque había perdido su solidez financiera a causa de los manejos de los políticos (tanto del PP, como el PSOE y el PRC) que concedieron créditos fuera de la ortodoxia bancaria o que apoyaron operaciones como el rescate de entidades financieras que era chiringuitos madrileños.
Caja Cantabria pasó a ser Liberbank, con lo que la región perdió un instrumento importante para su autonomía: una entidad bancaria que potencie la economía y financie los proyectos fundamentales.
En Liberbank la fundación Caja Cantabria apenas si ha tenido relevancia (un 10%) y ahora al fusionarse con otra entidad más grande, Unicaja, el papel de los restos de Caja Cantabria apenas si tienen papel relevante.
De esta forma el servicio que prestaba Caja Cantabria, con oficinas en casi todos los pueblos de la región, se ha visto reducida de manera que grandes zonas de Cantabria están sin servicio financieros. Y ahora una crisis interna afecta a la nueva entidad, Unicaja, que amenaza con la propia estabilidad de la entidad financiera.
Braulio Medel (Marchena, Sevilla, 74 años) ha pasado de ser el hombre intocable de Unicaja al epicentro de todas las críticas sobre la situación de la entidad bancaria. El hasta 2016 presidente del banco y que ahora es el máximo responsable de la Fundación Unicaja, principal accionista de la entidad con el 30% del capital, es la diana de todos los dardos. Le llegan desde todas partes.
Los dos últimos, este mismo jueves. A un lado, el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital ha reconocido tener “serias dudas” sobre “la necesaria idoneidad y honorabilidad comercial y profesional para el desempeño de sus funciones” de Medel, cuestionándose que siga presidiendo la Fundación Unicaja. Al otro, el Parlamento andaluz ha sido más directo al aprobar una iniciativa en la que solicita al Gobierno que lo cese de su cargo.
La puesta en cuestión de la cabeza visible del banco y las disensiones internas en el “grupo andaluz” suponen serios peligros y riesgo de una tormenta que afecte directamente a un banco que, por otra parte, presenta una envidiable solidez en sus cuentas y que mantiene una amplia clientela ahora en casi toda España.
La fundación Caja Cantabria, que es la entidad que maneja los restos del imperio que fue Caja Cantabria, debería ser más activa y transparente explicando a los cántabros lo que sucede en la nueva entidad tras la fusión/absorción y, sobre todo, asegurando la presencia del banco en toda la geografía regional.
La pérdida de Caja Cantabria es una de las nefastas consecuencias de la mala gestión de los diferentes gobiernos regionales y de una frívola gestión orientada más a la política que a las finanzas.