Por Marcelino Pérez
El presidente Sánchez ha reconocido, en una actuación merecedora de un Goya a la mejor interpretación, que él, como en los clásicos, fue el último en enterarse de lo que hacían Koldo, Ábalos y Cerdán. El problema del presidente del gobierno es que no lee los periódicos o, quizás, que nunca creyó lo que escribían los periodistas. Ya es sabido, desde la noche de los tiempos, que cuando el mensajero trae malas noticias los afectados eluden su culpa y afirman que la prensa canallesca no cuenta más que mentiras y bulos.
Sánchez nunca escuchó la radio ni leyó los diarios y por ello sigue sin saber que su mujer fue nombrada directora de una cátedra en la Complutense, ni que su hermano fue nombrado por un gobierno regional socialista un alto cargo mientras residía en Portugal y desconocía donde estaba su lugar de trabajo. Tampoco supo nada de las andanzas Koldo ni mucho menos de quien fue su hombre de confianza Ábalos. Todo eran bulos, mentiras inventadas por un monstruo que Sánchez bautizó como la máquina del fango. Ahora resulta que la máquina no generaba fango, sino agua clara. Cuando supo algunas cosas, como la investigación judicial sobre el fiscal general del Estado, consideró que eran mentiras, una forma de acoso contra él.
El presidente Sánchez no ha dimitido, ni convoca elecciones y ni siquiera se somete a una moción de confianza. No ha pasado nada. Total, que los periodistas tenían razón y él se había equivoca.
De todo esto solo se consigue algo positivo: Desde ahora ni Sánchez ni ningún político socialista podrá decir que una noticia es un bulo, ni que un periódico es un pseudomedio. Lo ocurrido en la tarde del 12 de junio ha sido una enmienda a la totalidad al fondo y las formas de Sánchez y del socialismo.
En Cantabria habrá que esperar la reacción de los líderes socialistas regionales y, sobre todo, como se posiciona el PRC, siempre presto a otorgar ayuda al PSOE. Con lo ocurrido quienes dentro del PSOE o quienes están en línea con el socialismo es difícil mantener su apoyo al PSOE.