Lo que acaba de suceder con Karla Sofia Gascón, primera mujer trans que podía optar a los premios Oscar para los que ha resultado nominada (aunque mí totalmente descafeinados desde que la alfombra roja la tomaran los de la ceja con Almodóvar al frente, al igual que el circo de los Goya), me parece totalmente injusto e incalificable, y todo, al parecer, por unos “tuit” del pretérito, que han sido sacados a la luz por una mujer Sarah Hagi (musulmana), lo que no solo le ha lastrado su nominación, sino que, seguro, le acarreará consecuencias en todos los ordenes ¡ojala me equivoque¡.
Sin duda, se ha hecho bueno el refrán de que “se es dueño de lo que calla y víctima de lo que se habla”, y sin entrar a valorar con el contenido de los tuit (con los que incluso puedo estar en desacuerdo) me asaltan las siguientes reflexiones:
a) La libertad de expresión ha quedado puesta en entredicho, y todo ello por ir contra la nueva corriente de todos conocida.
b) En segundo lugar me pregunto ¿hubiera tenido las mismas consecuencias si se hubiese metido con la Iglesia Católica, o por el contrario, la hubiesen catapultado más a la fama, como de hecho están buscando personajes mediocres, el último el de las campanadas de nochevieja con Lalachús?
c) Pueden unas opiniones o creencias personales, afectar a tu talento artístico, o estamos hablando de “comulgar con el nuevo orden” aunque seas un (a) mediocre.
En cualquier caso Karla ha pedido perdón, pero, por lo visto, no es suficiente. Sin duda, decir lo que se piensa aún tiene sus penalizaciones además de la lapidación publica.
Suerte a Karla.