Por Marcelino Pérez
En Cantabria se produce un fenómeno curioso y a la par preocupante: Los elegidos para gobernar la región han tomado por oficio el de cronistas de la actualidad, dejando de lado su verdadera misión que no es otra que tomar decisiones, invertir los fondos públicos y negociar con sindicatos, empresarios, Ayuntamientos, gobiernos autonómicos, gobierno central, etc. los asuntos que mejoren las condiciones de vida de los cántabros.
Vemos como un día tras día desde el presidente del gobierno, hasta el último concejal de un pequeño municipio se quejan del malfuncionamiento de un determinado servicio o de la lentitud de la burocracia. La queja está bien, porque indica que el gobernante ya conoce el problema, pero lo importante es que una vez marcado el objetivo el gobernante actúe.
La diferencia entre un ciudadano de a pie o un miembro de cualquier gobierno es que el primero poco puede hacer más que señalar el problema, mientras el segundo tiene la obligación de solucionarlo. Naturalmente que hay cuestiones de compleja solución, pero en esos casos se debe exilar con claridad las razones que impiden encontrar soluciones.
Leemos como ahora mismo Revilla, presidente de Cantabria desde hace años, se percata de que el gobierno central, en este caso el que preside Pedro Sánchez, deja a Cantabria sin parte de unos fondos que han ido a manos de otros españoles, en una clara discriminación.
Lo mismo sucede con el daño que el ministro Garzón ha causado a los ganaderos con sus declaraciones sobre la dudosa calidad de la carne que se produce en España, o su embate contra las grandes granjas de crianza de cerdos, vacas, gallinas, etc. sin las cuales habría escasez de carne y los preciso serían solo alcanzables por las clases más pudientes.
Cantabria debe actuar, debe gobernar y poner el valor los cinco diputados que tiene en el Congreso de los diputados. El lamento y la queja son inevitables, pero para plañideras no necesitamos tantos consejeros, directores generales, asesores, etc.
No es aceptable que quienes gobiernan la región se limiten a protestar por la ruina del ferrocarril en nuestra tierra o porque se nos quitan fondos europeos para dárselos a los separatistas o a los amigos del gobierno central. Para protestar no hace falta tener tanto presupuesto ni tanto despacho… basta con hablar.
A quienes gobiernan hay que exigirles que actúen, que presionen… y si no logran su objetivo que dejen paso a otro para ver si tienen más suerte o hacen más fuerza.
Se necesitan gobernantes que se jueguen el puesto a favor de sus votantes y que actúen en lugar de hablar.
En Cantabria tenemos buenos cronistas que nos cuentan con precisión cómo nos quedamos sin las nuevas estaciones de Santander y Torrelavega o que asisten impávidos -sólo protestan- a que Cantabria pierda fuerza económica años tras año.
Es hora de gobernar y dejar la charla y las declaraciones para otro momento.