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viernes, abril 19, 2024

«El pueblo que no conoce su historia…»

Hay una frase muy conocida que dice que «el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla», pues bien es una frase que en los tiempos actuales empieza a tener sentido en España, tras la llegada de Pedro Sánchez, al poder en el 2018, apoyado por todos aquellos que que precisamente lo que buscan es disgregar este país.

La actual situación de España empieza a tener una cierta similitud todo lo que esta pasando con lo que se vivió tras la proclamación de la II Republica en 1931 y que acabó como todos sabemos con una Guerra Civil y una posterior dictadura.

Voy a describir lo que sucedió en aquel momento en España y les dejo a ustedes que saquen sus propias consecuencias trasladándolo a la actualidad.

Estos son los datos:

El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República española y, el 9 de diciembre del mismo año, se aprobó la nueva Constitución democrática. Esto suponía el fin de un período de dictaduras militares, como las del general Manuel Primo de Rivera (1923-1930), Dámaso Berenguer (1930-1931) y Juan Bautista Aznar (febrero-abril de 1931).

Las políticas republicanas generaron la férrea oposición de los conservadores. Los sectores más radicales de la derecha emprendieron diversos golpes de Estado entre 1932 y 1936. La crisis política también dividió a la izquierda entre moderados y radicales, y pronto hubo fracturas que derivaron en la rebelión de octubre de 1934.

En enero de 1936, se formó una coalición de partidos de izquierda llamada Frente Popular, en la que estaban el PSOE, Partido Comunista, Izquierda Republica y otros más, que resultó ganadora en los comicios de febrero de ese año. Los votos de los españoles le dieron al Frente Popular la mayoría absoluta y marcarían el comienzo de unos meses de crispación que servirían como preámbulo para el estallido de un conflicto fratricida.

En el primer momento se producen numerosas huelgas organizadas por los izquierdistas y por el levantamiento del general Sanjurjo. En este período se decretó la nacionalización de los bienes de la Iglesia.

En un segundo momento, en las elecciones de 1933, triunfa la derecha y ante el anuncio de un gobierno integrado por caracterizados elementos de esta tendencia, los izquierdistas se levantan en armas, en Barcelona, Madrid y Asturias pero fueron vencidos.

Ante este clima de agitación interna nacen nuevos partidos, que aspiran a una renovación nacional. Algunos jóvenes estudiantes y ex-alumnos pequeñoburgueses de Madrid y Valladolid, fundan, en 1931, la JONS (Junta de Ofensiva Nacional Sindicalista), de orientación fascista, que atacaban no sólo la debilidad del gobierno, sino también la injusticia social y la opresión, y pretendía recuperar para España la antigua gloria de la época de los Reyes Católicos, de los siglos XV y XVI.

En su manifiesto partidario pedían: respeto a la tradición católica, expansión imperialista, devolución de Gibraltar, Marruecos y Argelia, lucha contra las tendencias separatistas, abolición del sistema parlamentario, disolución de los partidos marxistas, reparto de las grandes propiedades, organización de patrones y empleados en sindicatos nacionales y combate a la violencia roja.
En 1933, al año siguiente de la toma del poder por Hitler, José Antonio Primo de Rivera hijo del dictador, fundó otro partido, la Falange Española, conformada por la alta burguesía y la aristocracia madrileña y bajoandaluza, partidario de Alemania e Italia. Propiamente es un movimiento antipartido. No simpatizaba ni con la derecha ni con la izquierda.

Pensaba que en la derecha había la intención de conservar un orden económico injusto; en la izquierda había el deseo de derrocar el sistema económico. Creían que «… los partidos deben desaparecer. Nadie ha nacido miembro de un partido político… luchamos por un Estado Totalitario que distribuya sus frutos justamente a grandes y pequeños”. No vacilaban en emplear la violencia para conseguir sus fines políticos.

Las izquierdas (socialistas, anarquistas, sindicalistas y comunistas) aparecían unidas formando un bloque, el Frente Popular, opuesto a las clases dirigentes, a la Iglesia y sus privilegios. La derecha estaba conformada básicamente por la JONS, que atacaba la decadencia de España y deseaba recuperar las antiguas glorias de la época de los Reyes Católicos; y, la Falange Española, que aspiraba a distribuir sus frutos equitativamente a grandes y pequeños. La amenaza de violencia de la izquierda y la derecha era continua. A todo ello hay que agregar la debilidad e inestabilidad de los distintos gobiernos.

Algunas regiones como Cataluña y el las Vascongadas (País Vasco) abrigaban deseos autonomistas. Proyectaban constituirse en un estado independiente, con leyes, organización, idioma y cultura propios. Posteriormente se provoca el separatismo al no actuar con autoridad en el asunto de los militares y la prensa. Así apareció la «Solidaridad Catalana» que echó las bases de un movimiento autonomista.

En las elecciones de 1936 la izquierda, agrupada en el Frente Popular, triunfó ampliamente y el Parlamento eligió como presidente a Manuel Azaña Díaz, en reemplazo de Niceto Alcalá Zamora. El nuevo gobernante tuvo una actitud demoledora contra los estamentos establecidos: Iglesia, ejército, aristocracia y terratenientes.

Sin embargo, lejos de reducir la violencia fue incapaz de controlarla. Ocurrieron entonces huelgas, desórdenes, enfrentamientos y batallas entre grupos armados de la izquierda y la derecha. Como resultado de este enfrentamiento, el teniente José Castillo fue fusilado por los derechistas y, en respuesta, los izquierdistas asesinaron a José Calvo Sotelo, líder de la oposición derechista. Esta fue la chispa que incendió la guerra civil española.

Tras el estallido de la Guerra Civil (1936-1939), y mientras las tropas nacionales avanzaban sobre Madrid, Francisco Largo Caballero fue designado para presidir un gobierno de coalición (1936-1937), compuesto por ministros de las diferentes fuerzas políticas que conformaban el Frente Popular y en el que ocupó también la cartera de Guerra; sin embargo, por su incapacidad para resolver la crisis barcelonesa de comienzos de mayo de 1937 (enfrentamientos callejeros entre la Generalitat de Catalunya y los comunistas con los anarquistas y los militantes del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM), se vio obligado a dimitir de la presidencia del gobierno y, carente incluso del apoyo de los tres ministros socialistas, a abandonar sus cargos en el PSOE y en la UGT.

La guerra civil española fue el resultado de un largo proceso de inestabilidad política, económica y social durante la Segunda República española. La crisis alimentó la polarización entre izquierda y derecha.

Desigualdad socioeconómica. España sufría una profunda desigualdad socioeconómica, signada por el alto índice de desempleo y numerosas huelgas obreras.

Expansión de la izquierda. Ante las frustraciones del pueblo, sectores obreros y campesinos se adhirieron a la agenda revolucionaria de izquierda en sus diferentes vertientes, unas moderadas y otras radicales.

Régimen Comunista. Los conservadores temían la instauración de un régimen comunista al estilo bolchevique. En consecuencia, muchos se resistieron y se afirmaron en el nacionalismo.

Independentismos en emergencia. La unidad política española se veía amenazada por el fortalecimiento del independentismo vasco y catalán, lo que afirmó el nacionalismo de Estado entre los conservadores.

Inestabilidad política y radicalización. Desde su proclamación en 1931, la Segunda República enfrentó varios golpes de Estado y rebeliones internas. La creciente radicalización tanto de derecha como de izquierda apartó a los sectores moderados.

Preocupación ante la reforma agraria. El gobierno de la Segunda República promovió una reforma agraria, cuyos términos despertaron los temores de los sectores afectados y dejó insatisfechos a sus beneficiarios.

Anticlericalismo. La Segunda República alentó la persecución de la Iglesia católica, radicalizada entre febrero y junio de 1936. En sus inicios implicó confiscación de bienes, disolución de órdenes religiosas y prohibición de educación cristiana en las escuelas. Más tarde, derivó en la destrucción de las iglesias y el asesinato de sacerdotes.

El intento de golpe de Estado de 1936. El intento de golpe perpetrado entre el 17 y 18 de julio de 1936 fue el detonante de la guerra civil española. Al no vencer en todo el territorio, desató el conflicto armado por el control de España.

Una vez hecho este resumen, cabe preguntarse si hay ciertas similitudes a lo que está pasando en estos momentos con Pedro Sánchez en el poder buscando cada vez más una división entre la sociedad y alineándose claramente con los independentistas, radicales de izquierda y proetarras, llegando a la Presidencia del Gobierno, tras engañar con su promesas a quienes le votaron.

España por desgracia vuelve a repetir su historia y si alguien no lo frena, esto cada vez se va a radicalizar más con un final impredecible en estos momentos. La democracia pro desgracia en este país está en serio riego.

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