Por Marcelino Pérez
El día cuatro de marzo, viernes, Santander ha sufrido un atasco de grandes proporciones provocado por la manifestación de ganaderos que ha ocupado la arteria principal desde Cuatro Caminos a Puertochico. La manifestación estaba anunciada y autorizada, pero nada se ha hecho para paliar sus efectos sobre el tráfico.
A las 14.00 horas, el atasco era monumental. Intentar salir del centro de Santander, misión imposible. El paseo de General Dávila era un embotellamiento completo. Recorrer esa arteria urbana llego a costar media hora. En la S-20 también los coches quedaron atrapados y en toda la ciudad el caos circulatorio era lo común.
Los sorprendente es que ni un solo policía municipal apareció por las zonas más conflictivas para dirigir el tráfico, tampoco se activaron los semáforos para quedar en ámbar y facilitar la circulación. Nada. La policía estaba desaparecida. Tampoco la Guardia Civil había sido alertada para dirigir a los automóviles en las entradas de la ciudad. Nada.
La ausencia de la policía urbana en Santander es ya algo habitual. En el centro los coches aparcan en doble fila generando a diario dificultades para cualquier desplazamiento y con situaciones de riego.
La policía nunca aparece para sancionar a quienes no sólo incumplen las normas de tráfico, sino que obstaculizan la fluidez de algo tan importante como el ir y venir de los ciudadanos.
Lo sucedido el viernes 4 de marzo debería hacer reflexionar a la alcaldesa y al concejal de tráfico sobre la necesidad de que la policía urbana tenga más presencia en las calles y trate de evitar que se aparque en la misma calzada o se incumplan las normas de tráfico.