Por un STV
A finales de enero de este año, unos gamberros -o más bien predelincuentes- rompieron la base de la escultura que, en homenaje a Vital Alsar, se colocó en la parte alta de la Duna de Zaera. Lo sucedido demostró la falta de civismo de muchos y la ineficacia de quienes gobiernan.
Seis meses más tarde, con el verano ya iniciado, la Paloma de la Paz que llegó de México, donada por amigos del navegante santanderino, sigue en los almacenes municipales. Lo que se necesita es bien poco: Volver a anclar la escultura en su lugar y hacerlo con más firmeza que la vez anterior, para que no resista el empuje de unos cuantos descerebrados si quieren volver a derribarla. Con eso y una cámara que grabe a quienes intenten destruir la escultura, es suficiente.
Esa tarea debió hacerse de inmediato y por los empleados de los talleres municipales. Ahora, con el verano y el turismo llegando a chorro, es urgente.
Es más, estos días con el buque escuela Juan Sebastián Elcano la Paloma de la Paz de Vital Alsar debería haber vuelto a su sitio.