Por un STV.
Hace días se celebró en toda España y en Santander de manera especial, el “Día sin coche”, una iniciativa nacida en contra de corriente para que los santanderinos renuncien a utilizar su automóvil. El fracaso ha sido absoluto, ya que no se percibido el más mínimo descenso de la circulación, ni en casco urbano ,ni en las carreteras de Cantabria.
Cuando los gobernantes se empeñan en ir contra la demanda de las personas el fiasco está asegurado. Santander es una ciudad de tamaño pequeño que podría mejorar la circulación si en lugar de empeñarse en ir contra los coches tratara de encauzar esa corriente que nace de la demanda ciudadana.
En esta absurda campaña de querer terminar con los coches Santander estudia prohibir la entrada de coches que por ser viejos contaminan un poco más al centro de la ciudad. Una discriminación que permite una ciudad para ricos, los que se permiten comprar coches nuevos, y los pobres que deben seguir usando el que tienen. Pronto, prohibirán el uso en Santander de coches de combustión para obligar a gastar cuarenta o cincuenta mil euros e uno eléctrico.
Santander por su tamaño y su clima no es una ciudad contaminada y por ello es absurdo imponer restricciones al uso del coche.
El equipo de gobierno municipal debería meditar sobre esta política de prohibiciones que aumenta la desigualdad, mata al comercio y resta libertad a las personas.