Por un STV
La ciudad de Santander ha comenzado su “Semana Grande”, un remedo de las fiestas bilbaínas o, ya puestos, de Torrelavega donde se celebra Virgen Grande y la Semana Grande y donde hasta los bancos en las calles son grandes.
Lo que extraña es que la ciudad de Santander celebre sus fiestas en honor a Santiago, patrón de España. Máxime teniendo a los mártires Emeterio y Celedonio (28 de agosto) como patronos de la urbe y a la Virgen del Mar, en Pentecostés, como patrona.
La historia es sencilla. A mediados del siglo XIX en el alto de Miranda un hombre abrió una fonda, bar, hostal y merendero que cobró fama. El dueño se llamaba Santiago González y el día de su santo, allá por el año 1850, organizaba una serie de fiestas para celebrar su santo y para atraer clientes. Hasta fuegos artificiales hubo, todo pagado por Santiago González.
Como es frecuente esa iniciativa privada caló hondo y como el Ayuntamiento apenas celebraba a sus patronos, Emeterio y Celedonio, lo que era una fiesta casi privada pasó a ser la gran fiesta santanderina.
Ahora que se predica la importancia de alargar el verano, muy corto en Cantabria, podría llegarse a un consenso político para que Santander recuperara a sus patronos y que la semana grande estuviera en la bisagra entre finales de agosto y primeros días de septiembre. Una forma de prolongar un poco el verano. Esta idea sólo funcionaria si se hace a medio plazo incrementando, año tras año, los festejos de los Mártires y rebajando la inversión pública de finales de julio.
Santander, y Cantabria, se llenan de visitantes y turistas desde mediados de julio a finales de agosto y por ello carece de sentido económico que el dinero público se invierta en fiestas durante ese mes y medio. Lo más rentable sería invertir esos fondos en estirar los días de lleno en Santander y Cantabria… programando eventos que atraigan turistas y muevan la economía.
A los empresarios privados no se les puede pedir que arriesguen su dinero en este experimento, pero desde el Ayuntamiento santanderino y el Gobierno regional podrían planificar las ayudas a espectáculos, etc. de manera que no coincidan en los meses de máxima afluencia de turistas.
Se producen contradicciones como que ahora, en agosto, con los hoteles llenos, sin una habitación libre, sea preciso alojar a 50 músicos de una gran orquesta que actuará en el FIS, cuando en septiembre o primeros de julio esa ayuda sería muy interesante.
Si un pequeño hostelero impuso su santo como fiesta grande santanderina, no será tan complicado que ahora el Ayuntamiento haga de Emeterio y Celedonio una semana grande, que alargue una semana el verano.