Por Marcelino Pérez.
Desde hace un año el presidente de Cantabria se ha mostrado especialmente agresivo contra la figura del rey emérito, Juan Carlos I. No ha perdido ocasión de atacar su figura, hasta el punto de aprovechar las numerosas ocasiones que tiene de aparecer en las tv nacionales para arremeter contra el emérito de manera deliberada. En varias ocasiones, Revilla ha desviado la entrevista para arremeter con Juan Carlos, sin que fuera preguntado por la situación del monarca ya dimitido.
El último ataque se ha producido con motivo de la visita de Revilla a un pueblo de Cantabria, donde ha dicho, con una metáfora sobre los reyes magos, que Juan Carlos I es un ladrón.
Esta obsesión con el monarca contrasta con los muchos años en los que Revilla presumió de su buena relación con el rey. Los testimonios son numerosos y están bien documentados, desde los puros habanos que le regalaba Juan Carlos, hasta el hecho de afirmar que la ayuda de la Corona al proyecto Comillas había sido fundamental.
Es evidente que la figura de Juan Carlos se ha visto gravemente deteriorada por los asuntos de las comisiones recibidas de los países árabes y por su relación con Corina Larsen… pero no es entiende ese constante ataque de Revilla a Juan Carlos I, unas agresiones permanentes y en ocasiones metidas con calzador.
Entre muchos españoles, ese odio hacia el monarca emérito afecta negativamente la figura de Miguel Ángel Revilla que ha sido siempre la de un político moderado, sensato y comprensivo. Las palabras de Revilla, ¡a unos niños!, diciéndoles que los reyes magos, bien, pero que ojo con otro rey que puede robarles sus juguetes resultan completamente fuera de lugar.
Las redes sociales se han colmatado de comentarios en contra de Revilla y apenas si existen frases a favor del presidente de Cantabria. Ni siquiera los más destacados regionalistas han salido en su defensa.
Lo que no se explica bien es como ha pasado Revilla de ensalzar a Juan Carlos y de presumir de su buena relación con él a esta perseverante ola de críticas. ¿Qué oscuras razones psicológicas impulsan al presidente cántabro a esa tenaz campaña contra el rey emérito? La pregunta carece de respuesta… por el momento.