De todos es conocida la famosa frase de Karl Marx de que “la Religión era el opio del pueblo”, que aparece en Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” un texto juvenil escrito cuando tenía 25 años, entre noviembre de 1843 y enero de 1844, la cual según los analistas, tiene un sentido muy diferente al que se le atribuye.
Marx, ácido crítico del liberalismo, sostiene que la religión no se explica por sí misma, sino por el mundo alienado y fetichista que la engendra. Nunca invita a luchar contra la religión (y sus iglesias cristianas, judías y musulmanas, entre otras) sino contra la sociedad mercantil capitalista que genera dolor, sufrimiento y necesidad de apelar a la ayuda de diversos dioses”. La crítica de la religión, pues, no era el objetivo del ensayo de Marx sino apenas un punto de partida a superar.
Hecho este encuadre de la cuestión, me pregunto yo, ¿que hubiera dicho Marx en estos tiempos tan convulsos que nos esta tocando vivir, donde la tecnología, en sus más amplias variables (móvil, internet, tv digital, etc.) se está convirtiendo en una práctica, indespegable, aditiva para mayor parte de la humanidad, deshumanizándola a pasos agigantados?.
Hoy la religión, las religiones, exceptuando el Islam, en Occidente -epicentro de la eclosión de la era digital, especialmente la católica e incluso protestante no solo han pasado a un segundo plano, sino que se las está proscribiendo en todos los sentidos, no ya por los abusos del pasado, como un pesado lastre, sino porque, especialmente la religión Católica, permanece anclada en una serie de dogmas totalmente obsoletos que no acaban de enganchar a las futuras generaciones, y desde luego precisa de una reforma urgente en todos los sentidos (de dogma y estructurales), como venía preconizando el gran teólogo austríaco, Küng, como en el celibato, el divorcio, los sistemas anticonceptivos, el dialogo interreligioso, el sacerdocio para la mujer, y otra serie de aspectos que los últimos Papas no han tenido la valentía de abordar, especialmente el actual Papa Francisco en quien habÍa puestas grandes expectativas, quien salvo tibios gestos no está siendo capaz de abordar, apostando por el continuismo.
Por tanto, el “hecho religioso” está perdiendo fuelle, y viene siendo desplazado por la nueva “era tecnológica”, contra la que no puedo estar en contra evidentemente, pero tampoco debemos desconocer que ha irrumpido con tal fuerza que ha hecho que todos estemos ineludiblemente enganchados (y por tanto, alienados) a la misma por utilizar palabras de Marx, totalmente alienados y a veces con efectos perniciosos.
Cierto que gracias a la tecnología estamos mas y mejor comunicados entre nosotros mismos y con el resto del planeta, que accedemos a tiempo real a todo lo que allí sucede, facilitándonos la adquisición de información y productos sin movernos del sillón de casa.
Ahora bien, no es menos cierto que lo que hace no muchos años era algo totalmente inexistente como es la tecnologia móvil y todo lo que conlleva, hasta fechas recientes era algo prescindible, pero en estos momentos, salvo para la generación nonagenaria (la de mi madre a punto de cumplir los 100), para el resto de la población se ha constituido como un apéndice inescindible, del que estamos pendientes casi hasta en las horas de sueño, especialmente la gente joven.
Esta brutal dependencia del móvil, de las redes, de internet, etc., que cada día nos absorbe más tiempo, nos esta debilitando como seres humanos, de tal forma que al margen de resultar adictiva, con las consecuencias propias de tal patología, nos impide pensar, reflexionar, buscar información real por otros medios, e incluso si se quiere, incomprensible y paradójicamente nos aísla más de nosotros mismos, pues apenas hablamos ni dialogamos, pues se ha impuesto la fría escritura por wasapp suplantando la oralidad o la presencialidad.
Todo ello sin entrar a valorar lo verdaderamente importante, como es la información que trasciende por la red, el uso inadecuada de la misma, la utilización de nuestros datos, la exposición de nuestras costumbres e intimidades a los demás que quedan registradas inexorablemente para siempre, y su perversa utilización comercial para ofrecernos sus productos.
Pero hay otra derivada, estas tecnologías no solo consumen nuestro tiempo, sino que se han convertido en instrumento idóneo para la sociedad de consumo, ofreciéndonos una ingente cantidad de productos y servicios totalmente prescindibles e innecesarios, confinándonos en casa, pasando, como diría M.J. Sandell (Pfor. de Filosofia Moderna en Harward) de una “economía de mercado” (instrumento legítimo para regular la actividad productiva), a la “sociedad de mercado”, donde los valores mercantiles están anulando el factor humano, pues todo se pone absolutamente en venta (ello requiere un análisis aparte).
En definitiva, creo que Marx, cuyos postulados propiciaron e indujeron sin duda a la revolución frente al Capitalismo de finales del Siglo XIX y la revolución Bolchevique de principios del S. XX, con los efectos y consecuencias de todos conocidas, me pregunto yo, que hubiera dicho ante el actual escenario, donde el hombre y la mujer somos meros instrumentos de consumo.
Sin embargo, lo que me sorprende, y sin duda debería hacernos reflexionar, es el hecho de que la mayor parte de los ciudadanos del mundo (proletarios modernos) permanezcamos inmóviles y silentes, muy comunicados pero totalmente separados muy y totalmente desunidos, de tal forma que en la mayor parte de las conversaciones individuales estamos todos de acuerdo en que las cosas no van bien, que esto no funciona, se mire por donde se mire, pero falta con una reacción colectiva, coordinada, y persistente.
Estamos ante lo que el gran escritor Juan M. De Prada, denomina la sociedad “tragacionista”, y estoy totalmente de acuerdo, y la causa, o concausa, solo se debe a una explicación: “la sociedad -especialmente en occidente, actualmente ha adquirido una franja de confort somnolienta nunca conocida, en el mas amplio sentido (hay ingresos, y accedemos a la mayor parte de los productos prescindibles y alienantes que se nos ofrecen por esta sociedad de consumo, dicho de otra forma, no traspasamos, colectivamente hablando, del umbral de la necesidad vital) lo que propicia que no nos movilicemos contra todo lo que está sucediendo de las crisis Letman en 2007, el coronavirus, el alza de los precios, contra políticos incompetentes, etc, y además porque seremos incluso mal vistos, en plena época de la imagen y del postureo por aquello de que “el que se mueva no sale en la foto” citando a Alfonso Guerra, en este caso al que se mueva se le retrata.