Por Marcelino Pérez
Las declaraciones del ministro comunista del gobierno de España, Alberto Garzón, sobre la calidad de la carne que se produce en nuestro país han desatado una ola de indignación entre los ganaderos y los propios votantes de izquierda. Garzón ha dejado, a nivel internacional, a la ganadería española en un serio aprieto y las criticas a este ministro estrafalario han llovido desde diferentes sectores.
Las comunidades autónomas productoras de carne han salido en contra de lo dicho por el ministro del gobierno de España. Cantabria es una región que produce carne, especialmente vacuno, con un elevado nivel de calidad.
Por ello el consejero de ganadería de Cantabria, el regionalista Guillermo Blanco, ha hecho unas manifestaciones en contra de lo dicho por Garzón un ministro que, según Blanco: “de forma reiterada fija su diana en el consumo de carne» y que sus declaraciones son «nefastas para el sector primario», pues «suelta frases recurrentes como que la vaca es un problema que provoca el cambio climático, que dejemos de consumir carne o que la carne que exporta España no respeta el bienestar animal».
Blanco ha salido, de boca, a defender a los ganaderos, pero no ha sido capaz de dar el segundo paso porque hablar es gratis y actuar supone riesgo y esfuerzo. Blanco habría podido anunciar que mientras Garzón sea ministro, el diputado del PRC en el Parlamento votará en contra de las propuestas del gobierno e incluso ir más allá y exigir que si Sánchez no destituye a Garzón la coalición PRC-PSOE que sustenta el gobierno de Cantabria se romperá y el PRC, partido más votado en las últimas elecciones regionales, buscará otros apoyos para terminar esta legislatura a la que le resta tan sólo año y medio de mandato.
Dar ese paso de las palabras a los hechos no está en los planes de los regionalistas, que prefieren mantener la alianza con los socialistas a enfrentarse a ellos o al menos lograr un cambio de rumbo en las medidas que más perjudican a los cántabros.
Quien debe intervenir tras esta afrenta de Garzón a los ganaderos es el propio presidente cántabro y poner en marcha todos los mecanismos que tiene, para forzar un cambio de rumbo en la política agrícola y ganadera del gobierno social-comunista de Pedro Sánchez.
No se trata sólo de que Garzón salga del gobierno, sino de que el ejecutivo nacional adopte una política sensata capaz de mejor paulatinamente los estándares de calidad en la producción de alimentos que permita la supervivencia de la ganadería y la agricultura en un mundo competitivo.