Las recientes elecciones del País Vasco, han confirmado nada más y nada menos, una realidad que viene fraguando en los últimos cuarenta años de Autonomía.
Ha triunfado, al menos por el momento, lo que se ha venido sembrando en la educación, en la vida pública y en casi todos los medios de comunicación: un mensaje irreal sobre una supuesta identidad, mezcla de mentiras y de historias casi siempre falsas, que nacieron como si fuera una ensoñación de la mano de Sabino Arana, en 1.892.
El movimiento nacionalista vasco, según recoge en su libro “El Péndulo Patriótico”, Santiago de Pablo y Ludger Mess, un trabajo de obligada lectura, para conocer el nacimiento y el desarrollo del nacionalismo vasco, fue inicialmente un movimiento reaccionario esencialista y antitético.
En realidad, todo fue fruto de una reacción de Sabino Arana, un personaje que elevó la raza a la categoría de factor nacional, por una supuesta creencia de que la sociedad de Vizcaya estaba en una crisis de identidad, cuya supervivencia a su juicio estaba amenazado en aquel momento de la historia, por el desarrollo industrial y la continua llegada de inmigrantes de diferentes puntos de España.
Este personaje, que tiene calles a su nombre, llegó a decir: ”Si nos dieran a elegir entre una Vizcaya poblada de maketos (españoles) que sólo hablasen euskera y una Vizcaya poblada de vizcaínos que sólo hablasen castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia vizcaína con accidentes exóticos que pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades vizcaínas que nunca podrían cambiarla”.
Una ensoñación, una locura en realidad fruto de un personaje radical, y al menos su comportamiento parece indicar claros síntomas racistas.
Al cabo del tiempo a través de la mentira, de los grandes errores de los Gobierno de España, que nunca supieron dar respuesta idónea a tanta falsedad y a otros muchos factores, estas ideas identitarias estrafalarias, fueron anidando en el ámbito de una sociedad que en parte, se acabo en parte creyendo su superioridad y ser merecedora de una especie de derechos y distinciones que curiosamente desde el Estado fueron dándoles carta de naturaleza.
Es verdad, que al final las muestras de superioridad, de creerse superiores a los habitantes de Burgos, Cantabria, Extremadura, Galicia, en el fondo no fuera realmente todo lo contrario, como algunos mantienen; en cualquier caso, su desarrollo y su consentimiento ha creado un relato, que como vemos ha llegado hasta nuestro días.
La utilización de la lengua vasca, que apenas utilizaban unos cientos de personas al final del siglo diecinueve, ha sido después otro elemento diferenciador, para separar al País Vasco del resto de España y crear una “burbuja” irreal.
Más que buscar aspectos políticos de lo que ha sucedido en las elecciones del País Vasco, habría que buscar en el fondo, todas las causas sociales y grandes errores, que han llevado a que una región tan enclavada en la historia de España, en su ser y sentir, en sus grandes gestas, sea una Comunidad, que en una parte importante, no toda, desprecia lo español; es decir desprecia su ser real, debido a la desinformación y la educación.
Modestamente creo que la explicación no es fácil, pero el llamado centralismo dirigente, nunca prácticamente hizo nada y ahora mucho menos, para combatir un mensaje lleno de ensoñaciones y de tantas falsedades e inexactitudes.
Casi cuarenta años después podemos decir, que el Estatuto de Autonomía del País Vasco ha sido un fracaso, no porque no tuviera por parte del entonces Gobierno de España, una buena intención, sino por la deslealtad y el egoísmo de gran parte de la clase política vasca y que después contó con la dejación de su responsabilidad por los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP.
Nunca es tarde, si la dicha es buena, dice el refrán. Aquélla fuerza política, que con paciencia, valentía y claridad sea capaz de aguantar con el tiempo, un mensaje clarificador sin variar el rumbo de la verdad, será el que haga un gran servicio no sólo a los propios vascos, sino también el resto de los españoles, pero para ello es necesario políticos de una pieza, capaces de soportar por supuesto persecución y deslegitimación.
Al nacionalismo basado en la mentira, hay que combatirle con razones y hechos y nunca pactar porque siempre se beneficiará de la debilidad de su adversario.