Vivimos socialmente momentos muy preocupantes para el bien común y la convivencia.
Una parte, parece que importante de la sociedad, da la sensación haber “perdido el sentido común” y la mesura.
Desde un egoísmo galopante, se están incentivando valores negativos y muy tóxicos, bajo la apariencia de que son derechos, en realidad no son derechos, son divisiones, crispación, enfrentamientos de unos con otros, con modas en algunos casos extravagantes.
Se aprovecha el individualismo de los seres humanos, para inculcar falsas diferencias y dividir socialmente.
Una sociedad desunida y crispada, además de mal formada e informada, se presta a todo tipo de imposiciones, casi todas, contrarias al bien común y a la verdadera atención de las necesidades de las personas.
Mientras se manipula, con debates exagerados o forzados, se aprovecha para hacer otros movimientos interesados por parte de los diferentes poderes, para que no sean claramente percibidos por el grueso de la sociedad.
En vez de dejar que se prioricen las auténticas necesidades, se camuflan con otros debates de menor importancia o trascendencia.
En todo ello, juega un papel importante, la falta de un andamiaje de valores y en una cada vez menor capacidad de análisis de las personas, más entregadas al lógico afán de llegar a fin de mes o de seguir a unos medios comunicación, en parte sometidos a los dictados de los poderes de turno.
El objetivo real, es tener ocupados a los ciudadanos en asuntos menores, para que no se centren en los realmente importantes y trascendentes.
Todo este sistema, nos está llevando a una especie de maldad colectiva, donde lo bueno se oculta y se destaca los valores más deleznables, como la falta de solidaridad, la mentira, el egoísmo, el odio.
En fin España, y Occidente en su conjunto navegan en mares desconocidos, sin rumbo propio y siguiendo el dictado interesado, demasiadas veces, de agentes del mal, camuflados de supuestos defensores de nuestras libertades y derechos.