La sociedad actual, muy bien dirigida desde las supuestas élites y todos los imperios mediáticos, se caracteriza por hacer una especie de dogma de fe de sus ideas casi siempre interesadas, aunque parezcan muy beneficiosas.
La industria del automóvil, está sufriendo una crisis de tremendas consecuencias, debido a lo que llaman “políticas verdes”; una serie de ideas que, en algunos casos, están resultando muy perniciosas para la propia sociedad, como vemos en forma de desempleo, crisis y desesperanza en algunos sectores como el que he señalado.
Recogía este digital, CANTABRIA PRESS, que según un informe elaborado por la Comisión de Transportes del Colegio de Ingenieros que preside José Ramón Perán de la Universidad de Valladolid, en el que se recoge que desde el punto de vista del llamado cambio climático, el coche eléctrico es tan contaminante como el diésel actual, contaminado igual o más en lo que se refiere al impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero, si se tiene en cuenta el ciclo completo de vida del vehículo.
Conocido este dato que pueden ampliar en las páginas de CANTABRIA PRESS, podemos entrar en el problema que se está produciendo en la generación eléctrica, debido a las políticas ideológicas de muchos países en cuanto a la generación de energía, sin evaluar el coste social con todo tipo de consecuencias, como se está viendo en la subida de los precios de la electricidad.
La llamada energía verde es, sin duda, algo con futuro, pero no será ni mucho menos a corto plazo la solución a la generación de electricidad pues depende de las situaciones meteorológicas de cada momento.
La conciencia social de cuidar el planeta es algo muy positivo y encomiable, pero no puede ser utilizado para batallas utópicas de carácter ideológico. En el fondo parece importar un “bledo” la cuestión medioambiental sino sólo su utilización como bandera económica en un falso progreso, que empobrece a familias y sociedades completas como está ocurriendo en Europa.
Sin embargo, resituar una política sensata a medio plazo sobre el uso de las energías es considerado por el nuevo globalismo como un gran pecado, cuando lo que realmente están ocultando son sus intereses estratégicos de carácter político y económico.
Por lo tanto, necesitamos políticas posibles y no demagogias perjudiciales socialmente.