La guerra es un sinsentido, es el reflejo del pecado original del ser humano, a través de la soberbia, la ira, la mentira, el egoísmo.
Nadie tiene toda la razón en una guerra, aunque obviamente, unos tengan más que otros, porque en la guerra se pierde la razón.
La guerra, es el reflejo del mal, un mal que en los tiempos que vivimos ha sido negado por nuestra sociedades a través del abandono de Dios, de todo lo espiritual, de lo mejor del ser humano.
La guerra, en estos tiempos, es aún más cruel y más peligrosa, porque se utiliza y se expone a través de los medios de comunicación, como si fuera un partido de fútbol o una obra de teatro, nosotros, en nuestras cómodas butacas, vemos cómo la gente sufre, vemos, las cara de los niños y el terror de las bombas.
Jóvenes, llevados al matadero, sin saber por qué.
Por un lado y otro, en vez de mostrar cordura y sensatez, se envían más armas, más misiles, ¡que escándalo!.
Nuestros corazones, se están haciendo de piedra y no pestañeamos siquiera, para pedir a nuestro dirigentes que paren, que lleguen a un acuerdo, que una vida no tiene precio.
No se trata de poner al sátrapa, invasor de un pueblo más débil, al mismo nivel de los demás, ni mucho menos, pero la guerra nunca tiene justificación y la vieja Europa, cada vez menos cristiana, más mercantilista, con menos valores a pesar de creerse superior moralmente, no está dando la talla, no está pidiendo con la fuerza necesaria a nuestro gobernantes que no queremos la guerra, que no queremos luchar contra nadie, que sólo queremos ser ciudadanos libres.
La guerra, nunca arregla nada, aunque supuestamente se quiera extirpar el mal, ello sólo se podrá conseguir con el bien, con el ejemplo y con la verdad.
¡ NO A LA GUERRA¡