Tenemos la Semana Santa al vuelta de la esquina, para la gran mayoría de los creyentes es un tiempo especial, en el que recordamos la muerte y Resurrección del Señor, un tiempo clave en la historia de la salvación de los cristianos, que cambió sin duda la forma de ver la vida en gran parte del mundo.
Sin embargo, es tiempo para que una parte de la sociedad, se dedique a viajar y a conocer lugares y países, nada tengo que decir en contra al respecto, sino respetarlo.
Pero en España, en la España actual de las “colas” para ser atendido en un centro médico y tardar hasta quince días, en la España, en la que fallece cada trece minutos una persona que tenía derecho a una asistencia social, sin recibirla, en la España, cada vez más pobre, respecto al resto de los países europeos, en la España, en la que se quiere liberar a unos señores que quisieron dar un golpe de Estado y llegaron a proclamar la independencia de un trozo de nuestra nación, en la España, en la que no se informa los motivos de más de treinta viajes de un avión de Estado, a un país como República Dominicana, en la España, donde el Gobierno se siente a gusto con personajes como Maduro, un sátrapa de libro, en la España, en la que mentir no tiene consecuencias, en esta España, una gran parte (la que puede aunque sea a crédito) se lanzará los próximos días, a la carretera o al aeropuerto, para evadirse,(palabra clave), de este proceso de destrucción ética moral, que vivimos.
Una parte de la ciudadanía, ha renunciado de hecho, a conocer la verdad y lo que es más peligroso, a defender su libertad: “Primero yo, después yo y en tercer lugar yo”.
Un pueblo, sin pulso, sin capacidad para defender causas justas, con un egoísmo particular que nos llevará sin duda al desastre.
Una España, controlada por personas sin ética y escrúpulo y una clase política, incapaz de dar respuesta a los graves problemas.
Pero no se preocupen, los telediarios abrirán el próximo sábado y domingo, con las grandes ventas de billetes de avión y de tren, con los aeropuertos “a tope” y los restaurantes sin mesa y no es que me parezca mal, todo lo contrario, sino que lejos de lo que nos quieren hacer creer, una gran parte de los ciudadanos, han perdido toda esperanza y buscan en lo material a una situación agobiante, aunque sea el agua de un pozo, que nunca calmará su sed.