Por Marcelino Pérez
Cantabria es la región en la que la palabra más utilizada es la que no se oye: el silencio. Cantabria -los cántabros-callamos ante cualquier afrenta y seguimos mansamente el camino hacia la irrelevancia, la vía que lleva a la marginación y la pobreza. Nada turba a los cántabros, todo se mantiene en silencio o, para decirlo en lenguaje autóctono, aquí las cosas ocurren a “cencerros tapados”.
Hace unas semanas el Gobierno de Cantabria dio un paso en la buena dirección: Anunció que enviaría una comisión a Beasain para comprobar sobre el terreno los avances en la construcción de los trenes que sustituirían a aquellos otros que “no cabían por los túneles”. Una excelente iniciativa, porque la obligación de quienes gobiernan la región o los ayuntamientos es mantener el seguimiento de los proyectos e informar de su avance a los ciudadanos.
Pasadas unas semanas, el silencio ha vuelto a ser el dueño de la situación. No sabemos ni quienes ni cuándo viajarán hasta el País Vasco para ver en la fábrica como avanza la construcción de las máquinas y los vagones.
El ferrocarril es la condena de la región. Los tribunales suspendieron, hace más de un mes, las obras del enlace en Palencia del AVE que debe conectar Madrid con Reinosa -No lo olvidemos, Reinosa… no Torrelavega ni Santander- y el hecho ha quedado en el olvido. Tras la noticia, solamente una petición del gobierno regional, con voz suave, para que se revierta esa situación; un pronunciamiento de la CEOE y de algunos colectivos como Foramontanos Siglo XXI y nada más.
Silencio atronador de los sindicatos, de los colegios profesionales, de la universidad, de los ayuntamientos, de las diferentes asociaciones que componen la débil sociedad civil.
Ante esta respuesta no extraña que los responsables del gobierno de España tomen buena nota y piensen que el escaso dinero que existe para inversiones lo mejor es dedicarlos a aquellas comunidades que molestan con sus gritos. Extremadura, otra de las regiones marginadas en las líneas férreas, ya está logrando avances. Cantabria sigue sumida en un lento trabajo para conectar Palencia con Reinosa.
Nada se sabe del nivel del cumplimiento de los plazos para los tramos ya adjudicados, ninguna comisión técnica y política de Cantabria acude cada tres o seis meses para constatar la marcha de las obras. Bastaría con unos ingenieros que supervisaran los avances, pero ni eso. Sólo silencio y abandono.
La promesa de enviar inspectores a Palencia parece olvidada. Tampoco se sabe cómo avanza la concesión de la estación de tren en La Pasiega y, en general, la opacidad es el denominador común de las obras previstas.